Botes llenos de vida

Cuenta una historia muy antigua, que en un pequeño pueblo castellano, bañado por un gran río y rodeado de grandes tierras de labranza que cada año tiñen el paisaje de un amarillo intenso con la llegada de las altas temperaturas, vivía una mujer fabulosa, divertida y joven de espíritu. Era conocida por su corazón bondadoso y su sonrisa contagiosa. Ya sabes, ese tipo de personas que para desearte los buenos días te los desea con una sonrisa, y te los acompaña con una pequeña payasada, la cual le hace a ella tanta gracia regalarla, como a uno recibirla. Un día, mientras caminaba por el su gran jardín y reflexionando en como ella podría ayudar a los demás a ser igual de feliz que ella, encontró un pequeño botecillo de vidrio, viejo y lleno de polvo.
Cuando quiso darse cuenta, la mesa de su pequeño taller estaba lleno de pequeños botecitos de cristal, preparados cada uno de ellos con una etiqueta pequeña dónde poner bonitos mensajes y sembrados en una pequeña capa de turba y buenas intenciones. Cada bote contaba con una pequeña plantita en su interior, brillante y colorida que parecía contener la esencia de la vida.
Nuestra simpática amiga, sintió una conexión instantánea con los botes y decidió repartirlos entre las personas más cercanas con la única intención de que estos sirvieran de decoración allá dónde terminasen cada uno de ellos colocados por sus nuevos dueño/as. Pero nuestra amiga descubrió algo que le hizo replantearse muchas cosas. Cada vez que entregaba un bote, algo mágico sucedía. Cada vez que entregaba uno de esos botes llenos de vida, plantados en tierra y cariño a partes iguales, la persona que los recibía comenzaba a tener muy buena suerte, muy buenas vibraciones y sin saber muy bien el porqué, también comenzaban a sentirse mucho más felices y en paz consigo mismas.
Por poner tan solo un ejemplo, la primera persona que recibió un bote fue una mujer de las tierras del norte, dónde se decía años atrás que era el fin de la tierra. Dicha mujer que había perdido la alegría recientemente y no estaba pasando por sus mejores momentos. Estaba sumida en la tristeza y la soledad, pero cuando abrió el bote, una luz cálida, invisible pero muy reconfortante la envolvió. De repente, se sintió rodeada de la presencia con tanta energía que todo su ser comenzó cada día a ver las cosas de manera muy diferente, hasta que en menos de una semana su sonrisa regresó a su rostro.
Mientras tanto, nuestra simpática amiga, que había entregado varios de esos botes llenos de vida, se sintió llena de energía positiva, muy motivada y llena de vitalidad. Y es en ese preciso momento, cuando de repente, se le ocurrió una idea que marcaría su futuro. Una idea que posiblemente fuese el proyecto que había estado buscando durante meses, y se puso a trabajar en él con renovada pasión.
A medida que nuestra amiga seguía repartiendo sus botes llenos de vida, las cosas geniales continuaban sucediendo. Una vecina del mismo pueblo que había estado luchando contra diferentes sucesos personales, comenzó a ver y descubrir un mundo interior muy diferente después de recibir uno de estos maravillosos botes. Hoy aún en pleno proceso de recuperación, sus ojos transmiten ganas de luchar, de mejorar lentamente y de aportar como hizo siempre.
- ¿Y esto gracias a el bote lleno de vida que recibió?
- Pues no lo sabemos, pero a cada personas que le llegaba uno de estos botes, su vida y su suerte cambiaban para bien. Y yo no creo en casualidades.
Nuestra amiga se dio cuenta de que los botes no solo estaban llenos de vida, sino que también estaban llenos de comprensión, estaban llenos de un "te entiendo", estaban llenos también de un "estoy aquí", de un "eres increíble", y de muchos "no estás solo/a" "tu puedes" o por ejemplo de un "nunca te rindas".
Un día frío y lluvioso, cuando nuestra amiga encendió la luz de su pequeño taller y se puso frente a su mesa de trabajo, se dio cuenta que no le quedaban botes, los había entregado todos y con tanto disfrute que tenía repartiendo estos, no sabe cuando se quedó sin botes. Se sintió triste. Muy triste y vacía. Decidió entonces llamar a la vecina de su mismo pueblo para contarle lo sucedido. Es entones cuando entre un té y unas pequeñas chocolatinas de cacao al 72%, nuestra amiga descubrió que la vida se termina portando contigo, así como tu lo haces con ella.
Nuestra amiga decidió seguir repartiendo sus botes llenos de vida, y pronto se dio cuenta de que los botes habían sido solamente el comienzo de algo verdaderamente grande. La verdadera magia estaba en la forma en que se conectaba con las personas y ella a través de sus botes era capaz les hacía sentir que eran vistas, que eran personas únicas y amadas. Que eran personas diferentes.
Y a veces no recibes lo que das, pero das lo que eres. Y eso amigo/as, eso es lo verdaderamente importante.
No sé, llamadme loco. No pretendo enseñar nada. No pretendo descubrir la pólvora ahora a mis 26 años. Pero si estoy en disposición de comentaros, que el premio en esta vida no está en recibir. Y eso que recibir lógicamente nos gusta a todos. Pero no, el premio, el verdadero premio está en el DAR.
Hay personas que disfrutan mucho más dando regalos que recibiéndolos. Yo tengo la suerte de tener una de estas personas en casa.
Porque cuando das, creces. Porque cuando das, te sube el remusguillo del bienestar por todo tu cuerpo. Porque cuando das, segregas dopamina y eso hace que te sientas mucho más feliz. Porque cuando das, tu salud mejora y tu egoísmo disminuye.
Simplemente porque cuando das...estas vivo/a.
PD. Tengo la suerte de cotar con uno de esos pequeños botes de vida. Me lo regaló una de estas brujas que transitan entre nosotros haciendo felices a los demás, sin pedir nunca nada a cambio. Miles de millones de gracias. No se puede ser más grande.
¿Tu también quieres tu bote?
dtp.rubenarroyo@gmail.com